miércoles, 10 de marzo de 2021

LAS PRINCESAS BÁRBARAS DE EXTREMADURA

 FUENTE: diario "El País" 8 Marzo 2021 

El suburbio norte de la antigua Emérita fue durante siglos un área industrial y funeraria, que incluía monumentales sepulturas, sencillos depósitos de cremaciones, inhumaciones infantiles o pequeñas fosas cerámicas. A comienzos del V, el barrio sufrió un “colapso arquitectónico drástico y definitivo, que hizo sucumbir los edificios”, al encontrarse extramuros de la ciudad y ser fácil presa de los ataques. “Uno de los signos más definitorios de ese dramatismo pudo ser el conjunto de cuerpos humanos atrapados y abandonados bajo los techos y piezas arquitectónicas de un posible santuario pagano”. Pero los derrumbes no provocaron que la zona fuese abandonada en las décadas siguientes, sino que durante todo el segundo cuarto del siglo V continuó siendo utilizada como necrópolis por los nuevos señores de la ciudad, los suevos. “Será pues la enésima vez que este espacio vuelva a su primitivo cometido funerario”, señala el documento.

Las decenas de cuerpos exhumados aparecieron extendidos: imagen 


sobre la espalda, en posición de decúbito supino, con los brazos desplegados paralelos al tronco, los miembros inferiores rectos y sin flexionar. Las sepulturas son sencillas: fosas oblongas de ángulos redondeados y, en unos pocos casos, con cajas y clavos de hierro que demuestran la existencia de desaparecidos ataúdes de madera. Y entre todas las tumbas, se ha hallado “un grupo de enterramientos que escapan a lo habitual por los objetos que visten los cuerpos o los acompañan”. Se trata de los restos de nueve jóvenes que fueron inhumadas con fíbulas, pequeños broches, pendientes, colgantes, collares, anillos, láminas repujadas, una jarra cerámica y una copa de vidrio, “lo que diferencia a este grupo del resto”.

Esqueleto con joyas de una de las jóvenes suevas halladas en Mérida.
Esqueleto con joyas de una de las jóvenes suevas halladas en Mérida.

En concreto, uno de los cuerpos luce “fíbulas plateadas” (blechfibeln, en terminología germana), cuyo origen proviene del ámbito geográfico del mar Negro” y, en último término, de la llamada cultura de Cernajahov. “Es, sin duda”, explica el documento, “uno de los más destacados exponentes del atuendo femenino y aristocrático propio de esas poblaciones que, desde comienzos del siglo V, protagonizaron las grandes migraciones” europeas.

Las fíbulas, por ejemplo, “constituyen uno de los artefactos más relevantes de los que integran un grupo exclusivo de objetos de adorno personal desde el punto de vista material y cultural”. La mayoría de estos atavíos son parte del ornato personal femenino, del que participan además unos pendientes —de oro, plata o bronce— cuyo carácter distintivo es su remate poliédrico. Son sencillos aros formados por una fina varilla de sección circular, donde uno de sus extremos es un dodecaedro macizo. Agujas de oro semejantes “probablemente sirvieron para asir ropas o mantos, pues suelen aparecer de dos en dos junto al cuello o al pecho de la difunta. También son habituales las cuentas de collar con la misma forma, o los juegos de manicura”, explican Heras y Olmedo.Las cuentas de oro tubulares exhumadas son oriundas del ámbito de Crimea y del mar Negro. “Las diez pequeñas láminas de oro en forma lanceolada, rematadas en filigrana y con incrustación de granate, aparecidas son parte del atuendo aristocrático. Son muy parecidas a las que se guardan en el Museo de Cracovia ”, se lee en el artículo. En cambio, otra de las jóvenes exhumadas portaba fíbulas plateadas sobre los hombros y láminas de oro repujado —cuadradas, triangulares, circulares o en doble espiral―, lo que lleva a los arqueólogos a referirse a contextos funerarios de Ucrania, Hungría, Rumania, Rusia o Polonia.




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