sábado, 1 de noviembre de 2014

Orígenes de Halloween

La palabra “Halloween” es una contracción de la expresión inglesa “All Hallow's Eve”. Literalmente, significa “Víspera de Todos los Santos”. Aparentemente, pues, esta celebración macabra y humorística anglosajona estaría vinculada a una fiesta solemne y considerada como de estricta observancia por la Iglesia Católica: el Primero de Noviembre, festividad de Todos los Santos. Pero esto no es del todo cierto.

¿Cuáles son los orígenes de Halloween? El verdadero origen de esta fiesta anglosajona es milenario y de variada procedencia. Halloween tiene una raiz céltica y otra romana. Los romanos dedicaban la fiesta denominada Feralia al descanso y la paz de los muertos, haciendo sacrificios y elevando diversas plegarias a sus dioses paganos. También los romanos dedicaban una festividad a Pomona, la diosa de las cosechas y los frutos, cuyo símbolo es una manzana -obsérvese que uno de los juegos tradicionales del Halloween es el juego de morder la manzana (bobbing for apples)-. Pero con anterioridad, ya los pueblos celtas de Irlanda, Gales, Escocia y norte de Francia, celebraban la festividad llamada Samhain. Samhain o La Samon era un festival que ocurría entre finales de octubre y principios de noviembre, un rito en que se celebraba el final de la temporada de las cosechas y el comienzo del invierno. Los druidas, auténticos sacerdotes o chamanes célticos, creían que en una determinada noche, la del 31 de octubre, las brujas gozaban de mayor vitalidad, a los propios druidas se les concedía el don de adivinar el futuro, los límites entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos desaparecían completamente, e incluso, que los fantasmas de los muertos venían del otro mundo a llevarse consigo a los vivos. Por eso, en la noche de Samhain los druidas preparaban enormes fogatas y hacían conjuros, intentando ahuyentar a los malos espíritus, y la gente dejaba dulces o comida a la puerta de sus casas, en la superstición de que los difuntos, a quienes las leyendas les atribuían la autoría de las más crueles atrocidades, se irían contentos y les dejarían en paz. En aquellas gentes, para las que cualquier hecho de la naturaleza era poco menos que profético, la noche de Samhain abría el largo y crudo invierno por el que vagaban perdidos los fantasmas de los muertos del último año en busca de cuerpos que poseer para transitar al otro mundo, hasta la llegada de la primavera cuando los días son más largos y las tinieblas menguan.

Cuando el Cristianismo llega a los pueblos célticos, la tradición del Samhain no desaparece, pese a los esfuerzos realizados por la Iglesia Católica para eliminar supersticiones paganas que pudieran entroncar con el satanismo o culto al diablo. Sin embargo la fiesta del Samhain sufre alguna transformación. En el calendario gregoriano, el 1 de noviembre pasó a ser el día de Todos los Santos; el Samhain, la víspera de Todos los Santos, pasó a denominarse All-hallows Eve y, actualmente, por contracción de la expresión, Halloween; y por su parte, el Día de los Todos los Difuntos o Día de Todas las Almas pasó a ser el 2 de noviembre. Las tres celebraciones juntas, “Eve of All Saints”, “Day of All Saints”, and “Day of All Souls”, se denominan en la tradición irlandesa Hallowmas.

A mediados del siglo XVIII, los emigrantes irlandeses empiezan a llegar a América. Con ellos llegan su cultura, su folclore, sus tradiciones, su Halloween... En un primer momento Halloween sufre una fuerte represión por parte de las autoridades de Nueva Inglaterra, de arraigada tradición luterana. Pero a finales del siglo XIX, los Estados Unidos reciben una nueva oleada de inmigrantes de origen céltico. La fiesta de Halloween, en América, se mezcla con otras creencias indias y en la secuela colonial, el Halloween incluye entre sus tradiciones el contar historias de fantasmas y la realización de travesuras, bromas o los bailes tradicionales. La gente comienza a confeccionar disfraces o trajes para Halloween.


Aunque existen varias versiones del relato, en casi todas ellas se cuenta que Jack era un astuto granjero que logró engañar al diablo dos veces y, usando un crucifijo, lo atrapó y le obligó a prometer que jamás se llevaría su alma. Cuando Jack murió no pudo ir al cielo, ya que había llevado una vida pecaminosa, pero tampoco podía entrar en el infierno debido a aquella artimaña del pasado. De este modo, Jack se vio sólo en la oscuridad, pero cogió una brasa que le había tirado el diablo y la introdujo en un nabo hueco. Dice la leyenda que, desde entonces, Jack el de la linterna (con su Jack-o'-Lantern, que es el nombre que le dan los anglosajones a las calabazas talladas) vaga eternamente en busca de un descanso que jamás podrá encontrar. A raíz de este cuento, era habitual en Escocia e Irlanda tallar la siniestra cara de Jack en nabos que se colocaban en las ventanas para indicar el camino a casa a los difuntos queridos y ahuyentar a los malos espíritus. Fueron los inmigrantes irlandeses que llegaron a Estados Unidos los que se dieron cuenta de que las calabazas, grandes, abundantes y sencillas de tallar, eran una materia prima mucho mejor para construir sus linternas.

Cuando los cientos de miles de inmigrantes irlandeses llegaron a los Estados Unidos a mediados del siglo XIX se encontraron que en su nueva tierra de acogida no se sembraban ‘nabos’, una hortaliza que era imprescindible para una de sus celebraciones: el  “All Hallows Eve” (Víspera de Todos los Santos) una antiquísima y tradicional fiesta de origen celta conocida como “Samhain” y en la que se evocaba a los fallecidos y se celebraba el final de las cosechas.
Para ello se realizaban unos rudimentarios farolillos utilizando nabos que se vaciaban y se encendía su interior como si de linternas se tratase y las cuales debían permanecer encendidas toda la noche, con el fin de procurar no hacer enfadar a los espíritus (cabe destacar que el pueblo celta era muy supersticioso y basaba muchas de sus historias y creencias en leyendas, dioses y difuntos, algo que se heredó en todas aquellas regiones que recibieron su influencia).
Al encontrarse los irlandeses que no disponían de nabos, y ante la imposibilidad de celebrar los primeros Halloween sin éstos hasta que pudieran tener una producción propia plantada por ellos, echaron mano de un producto de temporada y que se cosechaba ampliamente en todos los Estados Unidos: la calabaza.
Así fue como la calabaza se hizo un sitio en esta antiquísima celebración que mucho ha cambiado desde entonces, convirtiéndose en una fiesta totalmente lúdica.
Cabe destacar que la tradición también habla de un personaje imprescindible en la celebración de Halloween: “Jack el tacaño”, el cual portaba una calabaza hueca a la que se le añadía una vela y se utilizaba como linterna, de ahí su nombre: Jack-o’-lantern (linterna de Jack o Jack el de la linterna). Inicialmente, tal y como explica el cuento en el que está basado, esa linterna se realizaba con los mencionados nabos.

¡¡Feliz Halloween!!

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 Aunque existen varias versiones del relato, en casi todas ellas se cuenta que Jack era un astuto granjero que logró engañar al diablo dos veces y, usando un crucifijo, lo atrapó y le obligó a prometer que jamás se llevaría su alma. Cuando Jack murió no pudo ir al cielo, ya que había llevado una vida pecaminosa, pero tampoco podía entrar en el infierno debido a aquella artimaña del pasado. De este modo, Jack se vio sólo en la oscuridad, pero cogió una brasa que le había tirado el diablo y la introdujo en un nabo hueco. Dice la leyenda que, desde entonces, Jack el de la linterna (con su Jack-o'-Lantern, que es el nombre que le dan los anglosajones a las calabazas talladas) vaga eternamente en busca de un descanso que jamás podrá encontrar. A raíz de este cuento, era habitual en Escocia e Irlanda tallar la siniestra cara de Jack en nabos que se colocaban en las ventanas para indicar el camino a casa a los difuntos queridos y ahuyentar a los malos espíritus. Fueron los inmigrantes irlandeses que llegaron a Estados Unidos los que se dieron cuenta de que las calabazas, grandes, abundantes y sencillas de tallar, eran una materia prima mucho mejor para construir sus linternas.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2281518/0/calabaza/halloween/jack-o-lantern/#xtor=AD-15&xts=467263
Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2281518/0/calabaza/halloween/jack-o-lantern/#xtor=AD-15&xts=467263Aunque existen varias versiones del relato, en casi todas ellas se cuenta que Jack era un astuto granjero que logró engañar al diablo dos veces y, usando un crucifijo, lo atrapó y le obligó a prometer que jamás se llevaría su alma. Cuando Jack murió no pudo ir al cielo, ya que había llevado una vida pecaminosa, pero tampoco podía entrar en el infierno debido a aquella artimaña del pasado. De este modo, Jack se vio sólo en la oscuridad, pero cogió una brasa que le había tirado el diablo y la introdujo en un nabo hueco. Dice la leyenda que, desde entonces, Jack el de la linterna (con su Jack-o'-Lantern, que es el nombre que le dan los anglosajones a las calabazas talladas) vaga eternamente en busca de un descanso que jamás podrá encontrar. A raíz de este cuento, era habitual en Escocia e Irlanda tallar la siniestra cara de Jack en nabos que se colocaban en las ventanas para indicar el camino a casa a los difuntos queridos y ahuyentar a los malos espíritus. Fueron los inmigrantes irlandeses que llegaron a Estados Unidos los que se dieron cuenta de que las calabazas, grandes, abundantes y sencillas de tallar, eran una materia prima mucho mejor para construir sus linternas.
Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2281518/0/calabaza/halloween/jack-o-lantern/#xtor=AD-15&xts=467263Aunque existen varias versiones del relato, en casi todas ellas se cuenta que Jack era un astuto granjero que logró engañar al diablo dos veces y, usando un crucifijo, lo atrapó y le obligó a prometer que jamás se llevaría su alma. Cuando Jack murió no pudo ir al cielo, ya que había llevado una vida pecaminosa, pero tampoco podía entrar en el infierno debido a aquella artimaña del pasado. De este modo, Jack se vio sólo en la oscuridad, pero cogió una brasa que le había tirado el diablo y la introdujo en un nabo hueco. Dice la leyenda que, desde entonces, Jack el de la linterna (con su Jack-o'-Lantern, que es el nombre que le dan los anglosajones a las calabazas talladas) vaga eternamente en busca de un descanso que jamás podrá encontrar. A raíz de este cuento, era habitual en Escocia e Irlanda tallar la siniestra cara de Jack en nabos que se colocaban en las ventanas para indicar el camino a casa a los difuntos queridos y ahuyentar a los malos espíritus. Fueron los inmigrantes irlandeses que llegaron a Estados Unidos los que se dieron cuenta de que las calabazas, grandes, abundantes y sencillas de tallar, eran una materia prima mucho mejor para construir sus linternas.

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